domingo, 5 de mayo de 2013

Demasiada purpurina

Escribir y borrar, escribir y borrar, porque todo está escrito, porque no hay talento ni palabras y el valor de enfrentarse a un papel se murió de aburrimiento. La cultura es el chulo de mi imaginación, ella hace la calle como puede, deambulando en busca de alguna película que la quiera alimentar por caridad o de algún libro que se la folle y le pague con alguna buena idea de esas de las que ya no quedan. Escasez de purpurina, ¿Dónde está la purpurina? Ya sabéis a que me refiero, te untas el cuerpo de esa mierda porque a la gente le gustan las cosas brillantes. ¿Y si yo no soy brillante? Me comí la purpurina porque estaba hambrienta y no hallaba la satisfacción en ningún ser humano, me alimentaba de ellos sin saciarme. Ahora brillo por dentro, pero mi exterior es tosco y poco llamativo en una sociedad de apariencias bonitas y gente que deslumbra.

Tampoco busco nada concreto, o quizá sí, es la duda constante del ser o no ser, la búsqueda del demiurgo malvado que susurra palabrotas como "coño" en los huecos que quedan en el cerebro de los hombres y nos canta canciones que van de la pasión material. Mientras, prosigo mi búsqueda en la novena ciudad más cara del mundo, asomándome sin permiso a la mirada de las personas. Por supuesto, no extraigo nada de esas miradas porque hemos construido tantos personajes ficticios que vete tú a saber a quién estoy mirando en realidad. Sé tú mismo, que es ni más ni menos lo que debes ser según cánones de belleza o moda impuestos acorde a la época en la que vivas. O igual no, igual sí que te construyes a ti mismo por eso del libre albedrío ¿no?. Luego un tío le da salida a su locura matando a hostias a su pareja y dirán que era un hombre muy agradable, que siempre saludaba en el ascensor, pero eh, ese hombre era él mismo; la constante de nuestra sociedad: ponernos el disfraz de oveja para tapar nuestros impulsos de lobo.

En resumen y bajo la frase que lleva tranquilizando conciencias desde tiempos inmemoriales "yo no puedo hacer nada", me despido, diciendo que si el querer es poder será que no queremos porque es más fácil el "no puedo" que no redime nuestras almas, pero nos permite vivir en paz.