martes, 3 de diciembre de 2013

Drogas y esqueletos

Estoy frente a un espejo. Mira que mal cuelga la carne de tus huesos, toda esa carne repugnante. Me fumo un cigarro. Entre el humo veo esqueletos. Os juro que allí están, pasan bailando y tocando jazz. Esos malditos sacos de huesos se ríen de nosotros, los estúpidos mortales, porque no podemos descansar ni tocar el xilófono en nuestra caja torácica. Mi corazón se mueve rápido, mi boca se abre lentamente y expulsa todo ese humo blanco y cargado de expectativas que se va a convertir en noche y luces, en coches que huyen con más carne y huesos en las entrañas. Ahora, estas frente a la tele y ves problemas, no enciendes la tele, la pantalla está negra pero sabes que los problemas están ahí, ya lo has vivido antes, así que no enciendes la tele, te enciendes otro cigarro.

Coges el móvil, más problemas. Decides ignorar las relaciones sociales. Piensas en ti y en que cuando estas a punto de conseguir sentir algo con un abrazo te echas atrás y sales corriendo, que es lo que llevas haciendo toda tu vida por no querer sentarte a pensar en lo que estas construyendo. No sé hacerlo. Simplemente tiro los ladrillos al azar, a ver como quedan; el cemento creo que se lo regalé a un tipo a cambio de pornografía, revistas que contienen fotos de grandes dictadores con la polla fuera. Mi polla, mi país. Siempre están posando sobre un mapa gigante y apuntan con el pene erecto hacia su país de origen; en las películas, estos dictadores se corren en la cara de un montón de personas y esa gente hace como si no hubieran recibido una lluvia de líquido seminal y siguen a lo suyo. En estas circunstancias,  tratando de ignorar ese burdo espectáculo sexual de la masa aceptando cualquier humillación, la sensación que te queda cuando contemplas tu obra no es en absoluto satisfactoria. Ahí están, un montón de ladrillos desparramados sin que puedas llegar a unirlos porque estas sin cemento. La gente me ha confundido hasta tal extremo en que ya no sé si tengo que vivir en el pasado, el presente o el futuro.

Lo que más me jode es que estamos atados y se nos siguen corriendo en la cara sin que nos importe, no hay final posible a esta situación. Los finales no existen, todo es una mentira inventada por el sistema capitalista, sí, eso es y por las religiones. De momento, me estoy cambiando la venda nada más, ésta que llevo se estaba empezando a caer por la putrefacción y el escaso cuidado que le presto a mis heridas. Lo peor de todo es que he dado mi consentimiento para todas las cosas estúpidas que hay en mi vida, pero ¿por qué las he aceptado sin más? Solo es la culpabilidad de no poder cumplir mis promesas, de no ser fiel a lo único que me importa. Y si no sabemos leer las miradas y los gestos es que nos hemos vuelto poco observadores pues la única verdad está ahí. Un trozo de carne se me cae al quitar la venda, apesta… pero si ha llegado el momento no voy a retroceder como hago siempre, voy a mirar mientras ocurre. Es entonces cuando empieza a despegarse la carne de mis huesos y me vuelvo ligera, casi invisible. Me pregunto si la gente podrá verme a partir de ahora. Ya sólo me queda un camino posible, así que cojo un par de cucharas y toco el xilófono usando mi recién adquirida apariencia. Es la melodía que nos lleva hasta la pantalla en negro, si seguís cada nota llegaréis al punto y final.

No hay comentarios:

Publicar un comentario