domingo, 1 de febrero de 2015

A los héroes anónimos

Ya no hay una lucha del positivismo frente al empirismo, de la razón contra las pasiones, no hay revoluciones ni corrientes innovadoras de pensamiento. Hoy todo está reciclado. La globalización ha arrasado todo a su paso dejando mercantilismo y secuestrando cualquier cosa para ponerla al servicio del poderoso caballero Don Dinero. La educación, que debería enseñarnos a pensar, destruye el espíritu innato de curiosidad presente en los niños y nos hace aceptar dócilmente programas simplistas que nos ponen en evidencia al llegar a la universidad.
Veo con pesimismo que el periodismo, herramienta que yo (inocente idealista) creía única para acabar con la censura y exponer los males del mundo, no es hoy más que otro medio que justifica fines horribles. ¿Cuándo venció el morbo a la ética? ¿Cuándo se convirtió la información en un producto? Me asusta pensar que nos dejamos convencer tan fácilmente por cualquier persona que agite sus manos enérgicamente delante de un micrófono. ¿En pos de qué hemos renunciado aparentemente a nuestros derechos? ¿Un coche nuevo, un móvil de última generación, entradas para el Madrid-Barça?
Max Weber dijo que la burocracia era la institución racional por excelencia y que ésta podría acabar con el capitalismo. En su misión de establecer un control absoluto del Estado mediante jerarquías administrativas y funcionales, claro que podría acabar con un sistema que representa el libre mercado, la intervención estatal mínima. Ahora veo que lo que dijera Weber ha sido superado con creces y el capitalismo ha domado a la burocracia utilizándola para que cunda la desesperación entre nosotros, las masas. Desde el siglo pasado tenemos cultura propia y a mi se me antoja el término confuso ¿qué es la cultura de masas? ¿es algo concreto? Llámalo mierda prefabricada y homogénea.
Lo que más me duele es la ignorancia manifiesta del individuo que con recursos a su alcance cede a la apatía y renuncia a un poder tan grande como el que otorga el conocimiento. Los políticos nos han timado, les dimos nuestra vaca por unas judías que no han resultado mágicas en absoluto. Veo a los ciudadanos cargando con las consecuencias de los platos que han roto los bancos y es que no podíamos dejar que los bancos se fueran a pique porque tenían nuestro dinero y nadie quiere ver su dinero hundirse en el fondo del océano. Ahora, hasta arriba de deudas, aquellos que deberían devolvernos la fe en la política nos asfixian con cargas impositivas brutales que no se corresponden con salarios dignos. Sí, dignidad sobre la que se mean día sí y día también porque tienen la sartén por el mango. Ellos roban, nosotros pagamos.
¿Cómo se come que en la sociedad española del siglo XXI los empleos de sanidad y educación sean de los peor pagados? ¿Acaso no un buen salario esa gente en la que depositamos nuestra salud y el futuro del país, los niños?
La otra carrera que había elegido para estudiar, derecho, aquella que me haría comprender finalmente qué era la justicia, me ha llevado a una visión más derrotista, si cabe, de la sociedad. ¿Tú crees que existe la justicia? El problema es que la anarquía no es un sistema válido, tiene que haber leyes, las leyes son armonía y garantizan la permanencia del orden en una sociedad ya de por sí caótica. ¿Entonces justicia es antagonista de entropía más que de injusticia? La justicia es la comunión social de los elementos que forman un país. Esto queda bonito decirlo, pero Montesquieu y su teoría de la división de poderes hace mucho que murieron. Actualmente la relatividad se ha impuesto a todos los niveles jurídicos.
Un olor pestilente que viene de las altas esferas hace arrugar la nariz al populacho que en vez de reivindicar una limpieza urgente se conforma con rociar un poco de perfume en el ambiente que disimule el olor a corto plazo porque ya no podemos vivir a largo plazo, no sabemos vivir a largo plazo. En una crisis que vino para quedarse nadie sabe que será de su vida, no podemos contar con la certeza, sólo negociar con la incertidumbre. Por todo esto, en un mundo en el que unos viven y otros intentan sobrevivir, yo me quedo con los héroes anónimos.

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